sábado, 23 de febrero de 2008

Su Santidad el Papa Benedicto XVI reunido con las grandes Ordenes Religiosas.


ROMA, 23 de febrero del 2008 – El encuentro con el Papa era a puertas cerradas, en la Sala del Consistorio. Junto a Benedicto XVI estaban a su derecha el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de estado, a su izquierda el cardenal Franc Rodé, prefecto de la congregación para los religiosos, y unos quince superiores generales de órdenes religiosas masculinas y femeninas. Todos alineados en torno a mesas dispuestas en forma cuadrada, como para un seminario de estudio.



Era la mañana del lunes 18 de febrero. La discusión duró un par de horas, con varias intervenciones “sobre los elementos positivos y las dificultades” de la vida religiosa. Al final, Benedicto XVI dirigió a los presentes un discurso breve, pero denso. Registrado y trascrito, el discurso del Papa apareció dos días después en “L’Osservatore Romano” y está reproducido más abajo en esta página. En él, Benedicto XVI dice con claridad cuales son sus apreciaciones sobre el estado actual de la vida religiosa en la Iglesia.



Sobre la dramática crisis que atraviesan las grandes ordenes. Sobre su fatigoso retorno al espíritu de los fundadores. Sobre el nacimiento de nuevas comunidades religiosas. Sobre la atracción ejercida por una vida religiosa austera, pobre, obediente a la Iglesia, dedicada al prójimo, fiel al Evangelio “sine glossa”. Benedicto XVI no ha citado casos específicos.



Pero, en lo que respecta a las grandes ordenes, son muy recientes su toma de posición respecto de la Compañía de Jesús, expresada en la carta que dirigió al general saliente Peter-Hans Kolvenbach la víspera de la elección de su sucesor, y después en la audiencia del 21 de febrero a los jesuitas reunidos en Roma en congregación general.


En particular con un reclamo a la “sintonía” con el magisterio de la Iglesia “sobre los temas —hoy continuamente discutidos y cuestionados— de la salvación de todos los hombres en Cristo, de la moral sexual, del matrimonio y de la familia”.



Otra orden religiosa histórica que está bajo observación es la de los dominicos, especialmente después de la difusión, en todas las parroquias de Holanda, de un opúsculo suyo con la propuesta de que a falta de un sacerdote, sea una persona escogida por la comunidad quien presida la celebración de la misa, “no importa que sea hombre o mujer, homo o heterosexual, casado o célibe”.



Benedicto XVI tampoco ha citado casos específicos en relación al florecimiento de “nuevas experiencias de vida consagrada” fieles a la doctrina y ricas de espiritualidad y vocaciones. Pero son numerosos. Algunos poco notorios, sin embargo sorprendentes. Uno de estos es, por ejemplo, el Instituto del Verbo Encarnado. Fundado en el 1984 en Argentina, en San Rafael, en la provincia de Mendoza, por el padre Carlos Miguel Buela, después de apenas un cuarto de siglo, cuenta hoy en el ramo masculino con 302 sacerdotes, 21 diáconos, 195 seminaristas de los cursos de filosofía y teología, 51 novicios, 95 seminaristas menores.



Su casa general y su centro de formación están en Segni, 60 km al este de Roma, en los locales del seminario de la diócesis que se habían quedado vacíos. El obispo de Segni, con la aprobación de la Santa Sede, los reconoció el 2004 como instituto de derecho diocesano. Pero están presentes en 32 países del mundo, entre los cuales figuran Etiopía, Sudán, Egipto, Jordania, China, Tajakistán y Groenlandia. Su rama femenina, con el nombre de Siervas del Señor y de la Virgen de Matará, cuenta con 226 religiosas con votos perpetuos, 251 con votos temporales, más otras tantas novicias y postulantes. Está presidido por una joven religiosa holandesa, Maria de Anima Christi Van Eijk, y está presente en 22 países. También es holandés un obispo muy amigo del instituto, Johannes Baptist Gjisen, hoy en Islandia a la cabeza de la diócesis de Reykiavik. Se suma una naciente tercera orden de laicos con o sin votos, con diferentes grados de pertenencia.


En el instituto hay vida activa así como contemplativa. Esta última con cinco monasterios: en San Rafael, Argentina; en Arequipa, Perú; en Tenerife, Islas Canarias; en Anjarah, Jordania; y en Trivento, Italia. La espiritualidad se funda en la Encarnación del Verbo y se expresa en un fuerte impulso misionero y en la “evangelización de las culturas”. En su formación, el Instituto tiene al centro las enseñanzas de santo Tomás de Aquino. Mediado por uno de los más grandes filósofos tomistas del siglo XX, el padre Cornelio Fabro. De Fabro, que murió en el 1995, el instituto del Verbo Encarnado ha iniciado en el 2005 la publicación de todas las obras, las editadas y las inéditas. Las “opera omnia” comprenden cerca de cien volúmenes, de los cuales siete ya han sido impresos, por ahora en italiano, pero en el futuro también en español, inglés y —para los libros principales— en otros idiomas. En santo Tomás de Aquino y en Fabro se inspira también la revista filosófica del Instituto “Tomismo essenziale [Tomismo esencial]”.


Regresando al encuentro del 18 de febrero del 2008 entre Benedicto XVI y los superiores de las órdenes religiosas, he aquí la trascripción del discurso del Papa:



"Junto a las situaciones difíciles que está bien mirarlas con valentía y verdad..."



por Benedicto XVI.



Queridos hermanos y hermanas, al término de esta mañana de común reflexión sobre algunos aspectos particularmente actuales e importantes de la vida consagrada en este nuestro tiempo, quisiera ante todo dar gracias al Señor que nos ha ofrecido la posibilidad de este encuentro muy provechoso para todos.



Hemos visto la manera de analizar juntos las potencialidades y las expectativas, las esperanzas y las dificultades con los que hoy se encuentran los institutos de vida consagrada. He escuchado con gran atención e interés vuestros testimonios, vuestras experiencias y he tomado nota de sus demandas.



Todos advertimos cómo en la sociedad moderna globalizada se hace siempre más difícil anunciar y testimoniar el Evangelio. Si esto vale para todos los bautizados, con más razón es verdad para las personas que Jesús llama a su seguimiento en modo más radical a través de la consagración religiosa. En efecto, el proceso de secularización que avanza en la cultura contemporánea lamentablemente no perdona tampoco a las comunidades religiosas.



Sin embargo, no es necesario dejarse llevar por el desánimo porque si hoy —como ha sido oportunamente recordado— no pocas nubes se condensan en el horizonte de la vida religiosa, están emergiendo, y más aún están en constante crecimiento, las señales de un providencial despertar, que suscita motivos de consoladora esperanza.



El Espíritu Santo sopla potentemente por doquier en la Iglesia suscitando un nuevo compromiso de fidelidad en los institutos históricos y en nuevas formas de consagración religiosa en consonancia con las exigencias de los tiempos. Hoy, como en toda época, no faltan almas generosas dispuestas a abandonar a todos y todo para abrazar a Cristo y su Evangelio, consagrando a su servicio su existencia en comunidades caracterizadas por entusiasmo, generosidad y alegría.



Lo que distingue estas nuevas experiencias de vida consagrada es el deseo común, compartido con pronta adhesión, de pobreza evangélica practicada en modo radical, de amor fiel a la Iglesia, de generosa dedicación hacia el prójimo necesitado, con especial atención por las pobrezas espirituales que caracterizan de modo marcado la época contemporánea. Muchas veces yo también como ya lo hicieron mis venerados predecesores, he querido reafirmar que los hombres de hoy advierten un fuerte llamado religioso y espiritual, pero están dispuestos a escuchar y a seguir sólo a quien testimonia con coherencia la propia adhesión a Cristo.



Y es interesante notar que son ricos de vocaciones precisamente los institutos que han conservado o escogido un tenor de vida, frecuentemente muy austero, y fiel al Evangelio vivido “sine glossa”. Pienso en las tantas comunidades de fieles y en las nuevas experiencias de vida consagrada que ustedes bien conocen. Pienso en el trabajo de muchos grupos y movimientos eclesiales de los que brotan no pocas vocaciones sacerdotales y religiosas. Pienso en las jóvenes y en los jóvenes que abandonan todo para entrar en monasterios y conventos de clausura. Es verdad —podemos decirlo con alegría—, también hoy el Señor sigue mandando obreros a su viña y sigue enriqueciendo su pueblo con tantas y santas vocaciones.



Le damos gracias por esto y le rogamos que el entusiasmo de las opciones iniciales —en efecto, muchos jóvenes emprenden el sendero de la perfección evangélica y entran en nuevas formas de vida consagrada como consecuencia de conversiones conmovedoras— para que, decía, al entusiasmo de las opciones iniciales siga el compromiso de la perseverancia en un auténtico camino de perfección ascética y espiritual, en un camino de verdadera santidad.


Por lo que se refiere a las ordenes y a las congregaciones con una larga tradición en la Iglesia, no se puede dejar de notar, como ustedes mismos han subrayado, que en las últimas décadas han atravesado casi todas —las masculinas como las femeninas— una difícil crisis debida al envejecimiento de los miembros, a una más o menos acentuada disminución de las vocaciones y tal vez también a un “cansancio” espiritual y carismático. Esta crisis, en ciertos casos, se ha hecho inclusive preocupante.



Pero, junto a situaciones difíciles, que está bien mirarlas con valor y verdad, se deben sin embargo registrar signos de positiva reacción, especialmente cuando las comunidades han escogido regresar a los orígenes para vivir en manera más acorde con el espíritu del fundador. En casi todos los recientes capítulos generales de los institutos religiosos el tema recurrente ha sido precisamente el redescubrimiento del carisma fundacional que se ha de encarnar y actuar en modo renovado en el tiempo presente.



Redescubrir el espíritu de los orígenes, profundizar el conocimiento del fundador o de la fundadora, ha ayudado a imprimir a los institutos un prometedor nuevo impulso ascético, apostólico y misionero. Hay obras y actividades seculares que han sido tan revitalizadores como una nueva linfa. Hay nuevas iniciativas de auténtica actuación del carisma de los fundadores. Es por esta vía que es necesario continuar caminando, rezando al Señor para que lleve a pleno cumplimiento la obra por Él iniciada.

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